(65 a .C.-8 a .C.), poeta lírico y
satírico romano, autor de obras maestras de la edad de oro de la literatura
latina.
Quinto Horacio Flaco nació
en diciembre del año 65 a .C.,
hijo de un liberto, en Venusia (hoy Venosa Apulia, Italia). Estudió en Roma y
Atenas filosofía griega y poesía en la Academia. Fue nombrado tribuno militar por Marco
Junio Bruto, uno de los asesinos de Julio César. Luchó en el lado del ejército
republicano que cayó derrotado por Marco Antonio y Octavio (después Augusto) en
Filipos. Gracias a una amnistía general volvió a Roma y rechazó el cargo de
secretario personal de Augusto para dedicarse a escribir poesía.
Cuando volvió a Italia tras
su derrota, se encontró un panorama desolador: su padre muerto y sus bienes
confiscados. Allí se acogió a la amnistía dada al bando republicano y se hizo
con un cargo de scriba quaestorius que le permitió más adelante una posición económica
desahogada, en un intento de explicar su actividad literaria. En torno al año
41 ya comenzaba los “ Epodos” y las “Sátiras”, irrumpiendo en el mundo
literario romano y conociendo así a Virgilio, quien cinco años mayor que él y
ya bastante conocido, lo presentó a Mecenas en el 39 .Meses más tarde , nueve
si atendemos a Horacio Mecenas lo hace
incluir en su círculo. Éste fue el comienzo de una profunda amistad que duraría
hasta la muerte de ambos.
Si por Virgilio conoció a
Mecenas, por Mecenas entró en contacto con Octavio. Lejos de convertirse en un
vil adulador de la política augústea, rehusó el cargo de secretario particular
en la “corte”, aunque no por ello dejó de cantar las consignas morales,
políticas y religiosas del plan restaurador del princeps. Ello debe entenderse
no como un abandono de sus ideas republicanas ni como traición a sus propios
ideales, sino como el reconocimiento por parte de Horacio de la magnífica labor
que Augusto había llevado a cabo al acabar con una terrorífica época de guerras
intestinas, e imponer reformas de todo tipo tendentes a recuperar la pietas y
la virtus romanas muy abandonadas desde la victoria sobre el enemigo púnico.
Desde que se integrara al
círculo de Mecenas sus obras van viendo la luz progresivamente. Así, en el 35
aparece el primer libro de las “Sátiras”; en el 30, el segundo de sus “Sátiras”
y el libro de los “Epodos”; en el 23, los tres primeros libros de sus Carmina ;
en el 20, el libro primero de las “Epístolas”; en el 17 fue compuesto y
ejecutado el Carmen Saeculare ; en el 15 se publica el segundo libro de las
“Epístolas”; finalmente, en el 13, el libro cuarto de sus Carmina.
Murió en el año 8 a .C., unos meses más tarde
que lo hiciera Mecenas.
Obras
Su obra está dividida en
cuatro grupos: Odas , Epodos , Sátiras y Epístolas . En ellas ataca
directamente a personas concretas, agradece a Mecenas su apoyo, elogia los
placeres mundanos y la sencillez, y hace algunas reflexiones de carácter moral.
Su estilo es sencillo y equilibrado, algo por lo que será imitado en el
Renacimiento. Observador perspicaz, inclinado al escepticismo, crítico y
autocrítico, cuidadoso de defender su independencia de pensamiento y de acción
y, precisamente por esto, amigo cabal y de toda confianza. Hombre de gustos
delicados y de una exigente meticulosidad en lo que respecta a contenidos y
formas. No era para nada un poeta decadente, si no más bien un artesano que
supera el refinamiento indiscutible de su producción con un barniz
suplementario de espontaneidad. Poseía un tacto infalible en todas las
situaciones y en todos los ámbitos de la vida; así valora la gran empresa de
Augusto y afirma el objetivo de sus reformas. Después de Virgilio, llega a ser
el testigo más significativo del espíritu de la época de Augusto y, junto con aquél,
el creador de su estructura poética.
La obra de Horacio
comprende en un orden cronológico, primero los Epodos (41-30 a .C.); después los tres
primeros libros de Odas y el primer libro de las Sátiras (30-20 a .C.); y, finalmente, el
segundo de las Sátiras, el Arte Poética, el Carmen Saeculare y el cuarto libro
de Odas (20-8 a .C.).
Aunque ya nos hemos
referido a los Epodos a propósito de Horacio como autor del género satírico,
aquí cabe decir que también hay entre ellos composiciones que preludian el
espíritu lírico de las Odas, se trata de aquellas que van dirigidos a sus
amigos, en los que la amistad brilla como un sentimiento al que Horacio abre su
corazón de modo sincero.
La parte más propiamente
lírica de la obra de Horacio está constituida por los cuatro libros de Odas,
que Horacio llamó Carmina. Abarcan gran variedad de temas y de tonos, y poseen
una extraordinaria perfección formal. Se inspira principalmente en los líricos
monódicos arcaicos, Alceo y Safo, también en la lírica coral de Píndaro o
Simónides, a los que a veces sobrepasa en algunas de sus odas. De estos líricos
arcaicos griegos Horacio toma, además, las combinaciones estróficas.
En cuanto a los temas de
las Odas, encontramos reflexiones filosóficas en las que transmite su ideal de
vida epicúrea, temas patrióticos, escenas mitológicas, dedicatorias, actualidad
política, acontecimientos públicos o privados, banquetes, victorias, la amistad
y el amor, pero no sentido, sino académico.
En el primer libro podemos
ver que hay muchas referencias mitológicas, muchos poemas dedicados a Mecenas y
también bastantes de temas de amor. Pero en este libro también aparecen temas
que en los otros dos libros no encontramos como las geórgicas, el erotismo, la ira, los cambios religiosos o la fortuna.
En el segundo libro podemos
percibir algunos temas innovadores como la amistad, la recusatio, el
ocio y la mediocritas.
En el tercero libro es en
el que se encuentran una mayor variedad de temas. Hay seis temas romanos que
hablan sobre la ética ciudadana y de la uirtus. Posteriormente
encontramos poemas griegos en los cuales hay una temática más amena y variada
entre los cuales diferenciamos temas como la paraclausithyron, aunque este
tema ya aparece en el primer libro como secundario. La vejez, la
moral, la ditirámbica, la votiva, el corpus y el propemticon son otros temas que él toca.
En el libro cuarto aparecen
temas como la ringkomposition y la inmortalidad de los versos.
Los temas comunes que
encontramos en las cuatro partes del libre son el Carpe Diem, el amor, el locus
amoenus, la militia amoris y el vino. Estos temas son los más importantes y que
más autores posteriores han imitado constantemente.
Algo de su obra:
Carminum I, 11 (“Carpe diem”)
No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana.
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números Babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana.
Carminum I, 14 (La nave del estado)
Te llevarán al mar, oh nave, nuevas olas?
¿Qué haces? ¡Ay! No te alejes del puerto.
¿No ves cómo tus flancos están faltos de remos
y, hendido el mástil por el raudo Ábrego,
tus antenas se quejan, y a duras penas
puede aguantar tu quilla sin los cables
al cada vez más agitado mar?
No tienes vela sana, ni dioses
a quienes invocar en tu auxilio,
y ello por más que seas pino del Ponto,
hijo de noble selva, y te jactes
de un linaje y de un nombre inútil.
Nada confía el marinero, a la hora del miedo,
en las pintadas popas. Mantente en guardia,
si es que no quieres ser juguete del viento.
Tú, que fuiste inquietudes para mí
y eres ahora deseo y cuidado no leve,
evita el mar, el mar que baña
las Cícladas brillantes.
¿Qué haces? ¡Ay! No te alejes del puerto.
¿No ves cómo tus flancos están faltos de remos
y, hendido el mástil por el raudo Ábrego,
tus antenas se quejan, y a duras penas
puede aguantar tu quilla sin los cables
al cada vez más agitado mar?
No tienes vela sana, ni dioses
a quienes invocar en tu auxilio,
y ello por más que seas pino del Ponto,
hijo de noble selva, y te jactes
de un linaje y de un nombre inútil.
Nada confía el marinero, a la hora del miedo,
en las pintadas popas. Mantente en guardia,
si es que no quieres ser juguete del viento.
Tú, que fuiste inquietudes para mí
y eres ahora deseo y cuidado no leve,
evita el mar, el mar que baña
las Cícladas brillantes.
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